martes, 16 de agosto de 2011

Mi diario. 16 de agosto de 1998

Amigos, vengo del pasado. Vengo del pasado y no para ver la Jornada Mundial de la Juventud, ya que soy un crío de hace 13 años y no de hace trece siglos. Mi tarea es, simplemente, publicaos lo que he hecho el día de hoy hasta el momento en el que pegué este salto espaciotemporal.

Como presentación, para los que no me conozcáis, soy un chaval de siete años que vive tranquilo a la espera de un hermanito o hermanita en la localidad madrileña de Villarejo de Salvanés.

Hoy el día ha ido como siempre. Por la mañana mi madre me ha regañado porque anoche tiré al suelo la ropa que me quité para ir a dormir y me ha amenazado con quitarme la Nintendo64 y la GameBoy. Como no le he hecho ni puñetero caso, ha cumplido su advertencia. Por suerte ya había empezado Con Mucha Marcha en La 2 y he tenido con qué entretenerme. ¡Ya me sé el LetiRap entero!

Horas después han venido a buscarme. Como hacía mucho calor para jugar al Bote Botero, al Escondite o a Polis y cacos hemos ido al campo. En concreto hemos ido al lado de la carretera de Valencia, donde hemos hecho calvos a los camioneros. Hoy sólo hemos conseguido que cuatro de ellos nos peguen un bocinazo, muy por debajo de la media.

Ante tal fracaso, Jorge ha ido a su casa con la excusa de beber agua y ha cogido un mechero sin que se enteren sus padres. Esta vez teníamos que tener más cuidado, ya que justo hoy hace una semana que causemos un incendio en el campo. Si no llega a ser porque el camión de los bomberos llegó pronto se habría liado una muy gorda. Esta tarde el mechero lo hemos usado solamente para quemar hormigas y un par de lagartijas que habíamos conseguido matar a pedradas. Los zapateros tuvieron más suerte y murieron ahogados en una botella de agua. La verdad es que me da bastante asco coger estos bichos con la mano, pero merece la pena por lo que se disfruta después.

Ya por la noche nos dimos cuenta de que unos señores habían vuelto a arreglar la farola, una farola que debe estar rota para que nos sintamos útiles. Tarea a priori fácil debido a la enorme cantidad de piedras que había por la zona. Y digo a priori porque a lo lejos una pareja de viejos nos vio cargarnos la farola y tuvieron que montar el numerito. Que si "sois unos vándalos", que si "menudos sinvergüenzas", que si "vamos a llamar a la Guardia Civil", que si "se lo pienso decir a vuestros padres"... Y ahora toca vivir con el miedo de que, efectivamente, esos señores mayores conozcan a mis padres y les chiven la forma que los niños de pueblo tenemos de entretenernos.

jueves, 4 de agosto de 2011

En el umbral de mi puerta

AVISO: El contenido de la siguiente entrada puede herir la sensibilidad de algunas personas, sobre todo de aquellas que crean en fantasmas o similares y tengan un mal dormir. Pongo esta nota de aviso para advertir del peligro de leer lo expuesto a continuación, para que luego nadie venga a darme con un palo en la cabeza.

Fue anoche, anoche justo.
Yo no soy una de esas personas que suelen creer en cosas que no se pueden ver; siempre impera en mí el sentido científico, o lo que creemos por sentido científico, y me cubro con el manto seguro y reconfortante de aquello que se dice de "si algo no se puede demostrar científicamente, no existe". No podría decir a ciencia cierta si ese sentimiento está en mí de forma natural, o me lo he machacado a golpes, para evitar pensar en cosas no demasiado buenas.
Ha sido una de esas noches en las que no puedes dormir; de esas noches que hasta el ruido que hacen las estrellas al concedernos los deseos te despista y vuelve a dejarte en vela, una de esas noches en las que hasta piensas recurrir a contar ovejitas, aunque no funcione, puesto que las ovejitas están ya dormidas, mucho antes que tú. Dando vueltas en la cama, cual pollo en una pollería antes de ser vendido y degustado por alguien, sólo escuchaba el sonido retumbante del silencio, desquebrajado por momentos por algún maldito perro, en la lejanía.
Mi ya normal insomnio no me hacía sospechar de lo que sería testigo minutos posteriores, cuando giré mi cabeza hacia la puerta abierta de mi habitación, que daba al solitario, silencioso y oscuro, muy oscuro, pasillo...
En un principio ni reparé en aquel escalofriante detalle; seguí girando mi adormecido cuerpo, hacia la postura que buscaba, pero algo me llamó la atención, algo que nunca había visto antes y que no debía estar ahí, en ese lugar, en el umbral de mi puerta. En un primer lugar, sólo distinguí una figura borrosa, que se mezclaba con la oscuridad del ambiente que ya reinaba a altas horas nocturnas en mi casa, pero, intentando hacer el mínimo movimiento posible, entornando los ojos, para así conseguir ver con mayor claridad, pude comprobar que lo que se encontraba ahí no era un simple juego de sombras provocado por mi sueño y la oscuridad, sino la silueta bien definida de un hombre.
Recuerdo tragar saliva, notar el golpeo de mi corazón, que se hizo rápido, como si de él se hubiese apoderado un mágico percusionista y, sobre todo, recuerdo la paralización completa de mi cuerpo, de cada uno de mis músculos, de todo. Del miedo.
Con un brazo tapándome por completo el rostro, había dejado el mínimo espacio para poder contemplar a esa figura, que se encontraba estática, impasible a todo, mirándome... En sus ojos pude ver la más desoladora soledad, pero no se me escaparon las pinceladas que tintaban esos ojos, oscuros y profundos, de ira y dolor. Ese ser se confundía con la oscuridad que había en todo mi hogar; un ser trajeado, alto, delgado, incoloro. Ni siquiera la leve luz que escupía la farola de mi calle era suficiente para iluminar lo más mínimo el cuerpo de aquel ser, que esperaba algo, una señal, una motivación, un movimiento...
Sí, me miraba. Me atravesaba con su mirada, yo tenía la certeza de que sabía que yo era consciente de su presencia, de que sabía lo que estaba pensando en cada instante; él sabía que, por mucho que intentara yo disimular y hacerme el dormido, yo lo miraba, porque mis ojos daban con los suyos, en un combate (ya perdido por mí y mi auténtico terror) a muerte.
Yo me sentía débil, todo mi cuerpo se encontraba flácido por culpa del miedo, que me asfixiaba.
¿Qué era aquello? ¿Qué buscaba? ¿¡Qué quería!?
Deseaba gritar con todas mis fuerzas, pero parecía que todo, exactamente todo, en esa noche, en ese momento, en ese instante, se había confabulado en mi contra, rodeándome de oscuridad, de silencio y dejándome sin fuerzas, ni siquiera para emitir un leve sonido, con el fin de llamar la atención de mi madre o de mi hermano; cualquier esfuerzo fue en vano, ya que el miedo había sustituido a toda mi sangre.
Volví a intentarlo, pero nada: no pude emitir ni una sola sílaba.
Entonces, ¿qué?
Aquel personaje se mantenía en sus trece, rígido y sin ni siquiera respirar, ni un gesto, nada, sólo me observaba con atención, incluso con tristeza, diría yo. Por su aspecto, por su semblante, hubiera jurado que era un ser desgraciado, desdichado, totalmente infeliz.
Y fue cuando sucedió...
De repente, me sonrió.
Lo que sentí no se lo deseo a nadie. Un escalofrío me recorrió la espalda, de principio a fin, cual relámpago en una noche de tormenta.
Definitivamente, sabía que le miraba. Su sonrisa era la sonrisa del cazador que primero observa, luego intuye y por fin comprueba que va por buen camino. Desconocía por completo tal expresión, esa cara maliciosa y arrugada al sonreír, como si de un esbirro de satanás se tratara.
En una noche tan calurosa como la de ayer, puedo jurar que sentí verdadero frío; el miedo había paralizado mi sangre, mi temperatura, mi mente, y un ligero mareo me estaba derrotando poco a poco. Incluso llegué a desear caer inconsciente, para así escaparme de la maliciosa e inquietante presencia...
En un último esfuerzo, y para intentar engañarlo haciéndome el dormido, cerré los ojos y giré todo mi cuerpo, dando mi espalda a la puerta. Nunca creí que utilizaría a mi edad la táctica de si cierro los ojos, desapareceré, pero no vi otra salida coherente a todo eso. Era esa opción o tirarme por la ventana, algo de lo que no estaba muy por la labor.
Los segundos eran terribles puñaladas que descuartizaban mi mente y mi cuerpo; el sueño no llegaba, y con razón, puesto que seguía notando una mirada en mi nuca, una presencia que se tornaba más amenazadora y tenebrosa que antes. Percibía hostilidad por su parte.
Cuando pasaron cerca de cinco minutos, o eso me pareció, sin abrir los ojos lo más mínimo, me decidí a abrirlos, mientras notaba cómo un sudor frío barría mi tensa frente.
Me lo encontré a mi lado, mirándome fijamente.
Había dejado atrás el umbral de la puerta, para acercarse a mí.
Seguía sonriendo... y sigo sin entender por qué.


martes, 2 de agosto de 2011

Del 5 al 1: Los mejores programas de humor

Ya que tan de moda parecen estar los ránkings en la tele, en "Deberías estar estudiando..." no queremos ser menos y vamos a hacer un ránking con los cinco mejores programas de humor que han pasado por la televisión en nuestro país. Sé que muchos no vais a estar de acuerdo, pero ¡ahí queda eso!

5 En el número cinco tenemos a Sé lo que hicísteis. El espacio de Patricia Conde aguantó en las tardes de laSexta la friolera de 1.010 programas. Con su estilo tan crítico consiguieron la enemistad de Telecinco, Cuatro, Antena 3, Telemadrid, Juanjo Puigcorbé, la "profesional" Cristina Tárrega y, en general, de todo el mundo del corazón. El programa, que en un principio se emitía semanalmente con el nombre de "Sé lo que hicisteis la última semana" consiguió rozar el millón y medio de espactadores y alcanzar una cuota de pantalla del 11,5%. La marcha de Ángel Martín, la prohibición del uso de imágenes de muchas cadenas y la competencia con Tonterías las justas precipitaron el fin del programa el pasado 20 de mayo.

4 El número cuatro es para Humor amarillo. Cada fin de semana los valientes y frikis concursantes, liderados por el Capitán Tani, tenían que enfrentarse a los esbirros de Takeshi para conquistar su castillo. Para ello debían pasar varias pruebas, como las Zamburguesas, el Laberinto del Chinotauro, los Rollitos de primavera o los Cañones de Nakasone. El programa, emitido por Telecinco a principios de los 90 y por Cuatro desde 2006, es una adaptación de Takeshi's castell, un concurso realizado por la televisión japonesa donde 142 participantes pasaban diferentes pruebas para conseguir un millón de yenes. Humor amarillo nos dejó varios concursantes míticos como el Chino Cudeiro, el Consursante sexy o la Gaceta Thompson. 
3 La hora de José Mota y Cruz y Raya se quedan de forma conjunta con la tercera posición del ránking. Una nochevieja es menos nochevieja sin ver en familia a la Blasa, al Tomás y al resto de personajes imitados por José Mota. Han sido muchas noches de viernes en La1 que, junto a Juan Muñoz en el dúo Cruz y Raya, José Mota nos ha hecho reír con su peculiar humor manchego. 
2 El segundo puesto se lo queda por méritos propios el equipo de Tonterías las justas. Florentino Fernández, Dani Martínez y Anna Simón no hicieron lo que el nombre del programa decía y las tonterías e idioteces se sucedían en las tardes de Cuatro. El ránking, las imitaciones de Dani en la flecha y expresiones como "tontaco", "no te toquessss", "otra movida" o "un abrizo" hicieron que el programa se consolidara con fuerza entre el público juvenil, consiguiendo superar 1.111.111 fans en su página de Facebook. Tonterías las justas inicia su nueva aventura la semana que viene en Neox bajo el nombre de Otra movida evitando además la penosa pauta única de publicidad del grupo Antena 3.
1 El primer puesto es para El Informal. Muchos tenemos recuerdos en nuestra infancia que sitúan a El informal como el mejor programa de la televisión y, con nostalgia, seguimos viendo vídeos de este programa de Telecinco por YouTube. Javier Capitán, Flo, Felisuco, Patricia Conde y Miki Nadal trataban la actualidad en el plató, doblaban vídeos, parodiaban videoclips... Ahí van unas cuentas piezas de nuestro número 1, EL INFORMAL.

Blogger Wordpress Gadgets