jueves, 4 de agosto de 2011

En el umbral de mi puerta

AVISO: El contenido de la siguiente entrada puede herir la sensibilidad de algunas personas, sobre todo de aquellas que crean en fantasmas o similares y tengan un mal dormir. Pongo esta nota de aviso para advertir del peligro de leer lo expuesto a continuación, para que luego nadie venga a darme con un palo en la cabeza.

Fue anoche, anoche justo.
Yo no soy una de esas personas que suelen creer en cosas que no se pueden ver; siempre impera en mí el sentido científico, o lo que creemos por sentido científico, y me cubro con el manto seguro y reconfortante de aquello que se dice de "si algo no se puede demostrar científicamente, no existe". No podría decir a ciencia cierta si ese sentimiento está en mí de forma natural, o me lo he machacado a golpes, para evitar pensar en cosas no demasiado buenas.
Ha sido una de esas noches en las que no puedes dormir; de esas noches que hasta el ruido que hacen las estrellas al concedernos los deseos te despista y vuelve a dejarte en vela, una de esas noches en las que hasta piensas recurrir a contar ovejitas, aunque no funcione, puesto que las ovejitas están ya dormidas, mucho antes que tú. Dando vueltas en la cama, cual pollo en una pollería antes de ser vendido y degustado por alguien, sólo escuchaba el sonido retumbante del silencio, desquebrajado por momentos por algún maldito perro, en la lejanía.
Mi ya normal insomnio no me hacía sospechar de lo que sería testigo minutos posteriores, cuando giré mi cabeza hacia la puerta abierta de mi habitación, que daba al solitario, silencioso y oscuro, muy oscuro, pasillo...
En un principio ni reparé en aquel escalofriante detalle; seguí girando mi adormecido cuerpo, hacia la postura que buscaba, pero algo me llamó la atención, algo que nunca había visto antes y que no debía estar ahí, en ese lugar, en el umbral de mi puerta. En un primer lugar, sólo distinguí una figura borrosa, que se mezclaba con la oscuridad del ambiente que ya reinaba a altas horas nocturnas en mi casa, pero, intentando hacer el mínimo movimiento posible, entornando los ojos, para así conseguir ver con mayor claridad, pude comprobar que lo que se encontraba ahí no era un simple juego de sombras provocado por mi sueño y la oscuridad, sino la silueta bien definida de un hombre.
Recuerdo tragar saliva, notar el golpeo de mi corazón, que se hizo rápido, como si de él se hubiese apoderado un mágico percusionista y, sobre todo, recuerdo la paralización completa de mi cuerpo, de cada uno de mis músculos, de todo. Del miedo.
Con un brazo tapándome por completo el rostro, había dejado el mínimo espacio para poder contemplar a esa figura, que se encontraba estática, impasible a todo, mirándome... En sus ojos pude ver la más desoladora soledad, pero no se me escaparon las pinceladas que tintaban esos ojos, oscuros y profundos, de ira y dolor. Ese ser se confundía con la oscuridad que había en todo mi hogar; un ser trajeado, alto, delgado, incoloro. Ni siquiera la leve luz que escupía la farola de mi calle era suficiente para iluminar lo más mínimo el cuerpo de aquel ser, que esperaba algo, una señal, una motivación, un movimiento...
Sí, me miraba. Me atravesaba con su mirada, yo tenía la certeza de que sabía que yo era consciente de su presencia, de que sabía lo que estaba pensando en cada instante; él sabía que, por mucho que intentara yo disimular y hacerme el dormido, yo lo miraba, porque mis ojos daban con los suyos, en un combate (ya perdido por mí y mi auténtico terror) a muerte.
Yo me sentía débil, todo mi cuerpo se encontraba flácido por culpa del miedo, que me asfixiaba.
¿Qué era aquello? ¿Qué buscaba? ¿¡Qué quería!?
Deseaba gritar con todas mis fuerzas, pero parecía que todo, exactamente todo, en esa noche, en ese momento, en ese instante, se había confabulado en mi contra, rodeándome de oscuridad, de silencio y dejándome sin fuerzas, ni siquiera para emitir un leve sonido, con el fin de llamar la atención de mi madre o de mi hermano; cualquier esfuerzo fue en vano, ya que el miedo había sustituido a toda mi sangre.
Volví a intentarlo, pero nada: no pude emitir ni una sola sílaba.
Entonces, ¿qué?
Aquel personaje se mantenía en sus trece, rígido y sin ni siquiera respirar, ni un gesto, nada, sólo me observaba con atención, incluso con tristeza, diría yo. Por su aspecto, por su semblante, hubiera jurado que era un ser desgraciado, desdichado, totalmente infeliz.
Y fue cuando sucedió...
De repente, me sonrió.
Lo que sentí no se lo deseo a nadie. Un escalofrío me recorrió la espalda, de principio a fin, cual relámpago en una noche de tormenta.
Definitivamente, sabía que le miraba. Su sonrisa era la sonrisa del cazador que primero observa, luego intuye y por fin comprueba que va por buen camino. Desconocía por completo tal expresión, esa cara maliciosa y arrugada al sonreír, como si de un esbirro de satanás se tratara.
En una noche tan calurosa como la de ayer, puedo jurar que sentí verdadero frío; el miedo había paralizado mi sangre, mi temperatura, mi mente, y un ligero mareo me estaba derrotando poco a poco. Incluso llegué a desear caer inconsciente, para así escaparme de la maliciosa e inquietante presencia...
En un último esfuerzo, y para intentar engañarlo haciéndome el dormido, cerré los ojos y giré todo mi cuerpo, dando mi espalda a la puerta. Nunca creí que utilizaría a mi edad la táctica de si cierro los ojos, desapareceré, pero no vi otra salida coherente a todo eso. Era esa opción o tirarme por la ventana, algo de lo que no estaba muy por la labor.
Los segundos eran terribles puñaladas que descuartizaban mi mente y mi cuerpo; el sueño no llegaba, y con razón, puesto que seguía notando una mirada en mi nuca, una presencia que se tornaba más amenazadora y tenebrosa que antes. Percibía hostilidad por su parte.
Cuando pasaron cerca de cinco minutos, o eso me pareció, sin abrir los ojos lo más mínimo, me decidí a abrirlos, mientras notaba cómo un sudor frío barría mi tensa frente.
Me lo encontré a mi lado, mirándome fijamente.
Había dejado atrás el umbral de la puerta, para acercarse a mí.
Seguía sonriendo... y sigo sin entender por qué.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Blogger Wordpress Gadgets