Como no es lo mismo contarlo que vivirlo, voy a pasar 12 días viviendo sin mis padres. Vale, ya sé que en el programa de Cuatro son 21 días, pero eso ya era calentarse demasiao, ¿no?
DÍA 1: Son las 6.00 horas. Me despido de mis padres y de mi hermana. Comienza la andadura. No los volveré a ver hasta dentro de 12 días. Va acabando la jornada y no se hace nada duro. Me aburro sin mi hermana. El aspecto que más preocupa, la comida, ha cumplido las expectativas.
DÍA 2: Se me hace raro levantarme y que mi madre no me haya regañado por tener la habitación hecha un asco. Comienzo a darme cuenta de que hay mierda que brota esporádicamente en la superficie. Nadie ensucia el suelo, pero ese suelo, aparentemente limpio, atrapa suciedad cual Masterball atrapa un Pokémon legendario. El baño y la cocina son los dos territorios domésticos donde más se concentra la suciedad pese a ser los menos utilizados. No entiendo por qué.
DÍA 3: Apenas he dormido cinco horas pero me despierto solo. Quizá sea la costumbre de que mis padres me despierten a voces cuando pasan las 12 de la mañana. Lo que queda claro es que el cuerpo se ha acostumbrado a interrumpir el sueño a una determinada hora en caso de que el titular de dicha función, en este caso mi madre, no se encuentre en el mismo domicilio. Por tercer día no tengo a nadie a quien molestar y hacer perrerías. El papel de mi hermana no es sustituible por nadie. La comida y bebida se gastan muy rápido. Juraría que mi madre no hace diariamente la compra. Sin embargo, los casi 230€ gastados entre cuatro personas parecen más que insuficientes y es sólo el tercer día.
DÍA 4: Es sábado. Por el día, más de lo mismo. Comienzo a ahorrar esfuerzos. Bebo siempre del mismo vaso y consumo la comida, precocinada, claro, en el envase original con el fin de no ensuciar innecesariamente un plato. Es el tercer día consecutivo en el que no hago la cama. Y mi madre no me regaña. Es una nueva sensación con la que siempre había soñado. Sin embargo, se echa en falta una regañina. Al fin y al cabo es a lo que hemos estado acostumbrando. Aprendo una de las cosas más importantes de la vida: Con el cargador del teléfono móvil puedo cargar también el MP4. Haste el momento pensaba que sólo se podía hacer conectándolo al ordenador o una tele con entrada USB. Este día cae la más importante de las borracheras y nuestras amiguitas de Cullera y el grupo de borrachos cuarentañeros salvajes que aparecieron pueden dar fe de ello.
DÍA 5: Al llegar a casa nadie me había preguntado "¿cómo es que vienes tan tarde?" No sé cómo explicarlo, pero lo cierto es que intentar disimular a la familia llegar a casa con síntomas de embriaguez tiene su punto; algo similar a la de mantener relaciones sexuales en sitios púbicos públicos. Empiezo a preocuparme por la calidad de la comida que ingiero. En los cinco días lo único que había entrado cocinado a mi estómago era panceta. Considero la posibilidad de ir a comer a la casa de mi abuela a partir del día 7. Las fuerzas empiezan a decaer. Los tres días anteriores nos los pasamos bebiendo y saliendo hasta altas horas de la mañana. Toca una noche más tranquila.
No hay comentarios:
Publicar un comentario