Hoy iba a ser un gran día. Lo reconozco, me he levantado con una dulce sonrisa en mi rostro matutino y, ¿para qué negarlo?, mezclando emoción, impaciencia y pizcas de nostalgia y tristeza, he recordado que hoy era el día: el día en el que todo acababa, en el que una de las mejores sagas de la literatura juvenil (por no decir la mejor y más carismática) llegaba a su fin, en lo referente a las adaptaciones cinematográficas.
Harry Potter ponía punto final a su aventura, aquélla que empezó por el 97 (la primera película se estrenó en el 2001) y que 14 años más tarde ponía el broche final a una de las historias más mágicas y maravillosas jamás narradas. Para una persona como yo, fiel seguidor del mago más famoso de todos los tiempos (muy por delante de Merlín o Rappel), hoy era un día muy especial, y los nervios y las altas expectativas sumían mi estado de ánimo.

Aunque, a decir verdad, nunca tuve una cierta esperanza de que me fuera a agradar esta película; ya había tenido que soportar en anteriores entregas (sobre todo a partir de la cuarta entrega) películas que no hacían sino insultar a una saga que se había ganado el corazón de millones de personas. Quizás el estúpido haya sido yo, por esperarme que, por una vez en mucho tiempo, fueran conscientes de que esto es algo muy grande y que, por lo menos por esta vez, tendrían que haber seguido el argumento exacto, debían haber respetado lo que una formidable escritora escribió y plasmó en páginas, que para muchos nos acompañarán en nuestros corazones para siempre.
Pero no.
Como era de esperar, el estilo se opuso a la sustancia.
Era de esperar que el señor David Yates, director del film, (y no único culpable de esta tomadura de pelo) prefiriera gastarse más dinero de la cuenta en usar más efectos especiales, hacer una batalla final más espectacular, más "entretenida", más comercial, a fin de cuentas, y pasarse por el forro de los cojones lo que en verdad ocurrió en las páginas de esa gran obra titulada Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, la cual ha tenido una adaptación cinematográfica cuanto menos vomitiva y repugnante.
Sí, vale, quizás me esté pasando;es muy difícil llevar un libro de casi 700 páginas a una simple película, pero, joder, no olvidemos que han hecho dos películas de un solo libro. Y, en realidad, ese no es problema, porque han tenido todo el tiempo del mundo para plasmar lo que en verdad pasó(en el libro o, mejor dicho, en la mente de la escritora), pero lo que más quema (me abrasa, sinceramente) es que se inventen cosas. Y no sé a santo de qué.
No me hubiera gustado estar junto a JK Rowling en el momento que contempló la película que cerraba el telón a la saga y al universo que había creado. Seguro que llovieron hostias de la mala leche que se le tuvo que poner.
Como podréis suponer por mi vocabulario y por la crueldad de mis palabras, es evidente que he salido muy mosqueado de la sala de cine. Esperaba que, al ser el gran final, tuvieran la vergüenza de ser fieles, de retratar en movimiento lo que ya muchos leímos con emoción, pero, tras ver esa ofensa de casi dos horas y media, lo único que he sentido es furia y ganas de insultar a su director y al resto de iluminados que hicieron esa basura.
Eso sí, desde otro punto de vista: si no has leído el libro, te va a resultar "chula". Nada más.
Dejando de lado mi gran cabreo, no voy a ser yo quien se quede con mal sabor de boca; es muchísimo más recomendable y más "sano" leerse los libros: siete pequeñas obras de arte que son y serán inmortales. Para siempre.
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