martes, 25 de octubre de 2011

El origen de Halloween

No creo que esté de más conocer el origen de las fiestas que todos celebramos; está genial eso de salir a pasárselo bien, pero creo que deberíamos pararnos unos minutos y pensar que qué es realmente lo que voy a celebrar, ¿por qué y desde cuándo?
Pues bien, como es lógico, (faltan ya seis días para el día de los difuntos) por proximidad, os contaré el origen de Halloween (All Hallows Eve: Víspera de Todos los Santos):
Es una celebración predominantemente anglosajona que surgió a partir del siglo XIX. También conocida como la Noche de Brujas, se cree que Estados Unidos fue su cuna, a pesar de que no llegó a este país hasta 1840, de la mano de inmigrantes irlandeses. Si bien es cierto que fue una festividad que caló muy hondo en ese país y por eso se atribuyen el mérito de su creación.
Por contra a lo que se cree, esta celebración poco o nada tiene que ver con la religión, sino que es una celebración más bien secular.
Tiene su origen real en la cultura celta: era una festividad pa
ra dar fin al verano (llamada Samhain) de la cual provenía la leyenda de que, durante la noche del 31 de octubre, la línea dimensional que separaba el mundo de los vivos y de los muertos se abría, dando paso a estos, que tenían total libertad para campar a sus anchas por las bastas tierras de los mortales.

Celebración celta de Halloween

Llamaban a los buenos espíritus y a los malos los alejaban. El origen de los disfraces también nace en esta misma festividad, puesto que las personas se ponían máscaras de todo tipo de seres infrahumanos con el objetivo de ahuyentarlos.
El origen, pues, de esta gran celebración nada tiene que ver con los yankis, sino que éstos la adoptaron. Gracias al proceso de difusión de películas y series de terror, los típicos niños disfrazados, corriendo por las calles llamando a las puertas y gritando "¡truco o trato!" y demás clichés, Halloween (o noche de brujas, o día de todos los Santos) se considera un legado del pueblo estadounidense, pero sólo por eso.
La verdad es bien distinta.

Lo cierto es que, provenga de donde provenga, esta fiesta debe significar el recuerdo a las personas que ya no están con nosotros; un homenaje a su memoria, haciéndoles saber que, allá donde estén, jamás serán olvidados. Luego, en tu mano está disfrazarte o no; es otra forma de aprovechar esta gran festividad. Aunque haya personas detractoras de esta costumbre (y de muchas otras) por no ser exclusivamente española, mi opinión es que, que fiestas como estas se celebren en España y hayan calado tan hondo, sólo demuestra la riqueza del pueblo español, capaz de enseñar al resto del mundo, pero también de aprender otras costumbres. Es una manera maravillosa de agradecer culturalmente el valor de otras sociedades y culturas distintas a las nuestras.
Es, en definitiva, un avance. No hay que estancarse.

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